Cristina Grande en El mundo


«A los españoles nos ha costado mucho manifestar los afectos»

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Cristina Grande se revela como un acontecimiento literario con su primera novela, ‘Naturaleza infiel’

EMMA RODRÍGUEZ

MADRID.– No son muchas las veces en que a la hora de promocionar un libro coincidan el entusiasmo de la editorial, el halago de la crítica y el boca oreja, que es la mejor manera de ganar lectores. Está sucediendo –a modo de descubrimiento– con la primera novela de la autora aragonesa Cristina Grande, Naturaleza infiel (RBA), una historia sobre la generación que creció atrincherada entre los años finales del franquismo y los comienzos de la Transición.

Grande (Huesca, 1962), que ha sido reconocida como Talento Fnac, honor que había recaído anteriormente en Santiago Roncagliolo y Rafael Reig, traza una radiografía, más que generacional, emocional de la España reciente. Y es ahí, en la capacidad de la narración para despegarse de las circunstancias concretas de las que parte y volar mucho más lejos, profundizando en los recovecos del alma, en los miedos, en la incapacidad para expresar los afectos de unos personajes a la intemperie, donde radica su mayor mérito.

«Mi juventud, la de los que nacimos en los 60, ha sido una juventud despistada y desorientada, sin referentes, a la búsqueda de no se sabe qué, con unos padres también perdidos, que no entendían muy bien lo que estaba sucediendo», cuenta la autora, quien con esta obra lo que hace es cerrar una trilogía que merodea por los alrededores de su propia biografía sin llegar a ser autobiográfica.

Una trilogía que se completa con dos libros de relatos anteriores, La novia parapente y Dirección noche, publicados en su día por la editorial aragonesa Xordica y que bien haría ahora RBA en rescatar, ampliando los márgenes de un universo narrativo que parte del material altamente sensible del que están hechas las relaciones familiares y sentimentales. Grande cuenta una historia de supervivencia, la de tres mujeres, una madre y sus dos hijas, que intentan salir adelante haciendo frente a los estrechos márgenes de una sociedad en trance de cambio, a la muerte del padre, a la transformación de los modelos rurales... Corresponde a Renata, la narradora, dar cuenta de todo ello desde sí misma, desde la dolorosa búsqueda de su emocionalidad.

«Lo que he intentado es reconstruir las piezas de una vajilla rota, intentar poner orden en medio del desorden », cuenta Grande, quien atrapa en la novela la atmósfera de pudor propia de una época profundamente marcada por el franquismo. «Todos los que nacimos en los 60 veníamos de una cultura del miedo, de la culpa y del pecado que nos ha costado superar. Hemos tardado mucho en ser capaces de expresar nuestros sentimientos. Aunque parezca mentira esto es algo muy reciente que demuestra que la sociedad española de hoy es bastante más sana que la de entonces », reflexiona la escritora.

Sexo, drogas y 23-F

Las primeras relaciones sexuales, la adicción a las drogas de una de las protagonistas, la necesidad de la mujer de independizarse... Todo entra en una novela que habla de cómo hacerse fuertes y soportar los golpes de mar, los azotes de la vida, mientras, como telón de fondo, va transcurriendo la Historia con mayúsculas, esa que se escribe a partir de grandes y también de pequeños acontecimientos: la muerte de Nino Bravo, el 23-F...

«Los personajes están a merced de los elementos, no tienen brújula que les marque la trayectoria, no saben hasta cuándo van a poder resistir... Todos tenemos algún amigo que se quedó en el camino a consecuencia de las drogas... Todos sabemos, y por eso la novela supera sus propias circunstancias, lo que es el desvalimiento, la orfandad... », señala Cristina Grande.

Naturaleza infiel es todo eso, sin olvidar el alcance de una mirada cruel en ocasiones, tierna en otras; los valores de un estilo conciso, directo, capaz de apuntar al centro de los conflictos del alma y en el que la crítica ha creído percibir la huella de Carver.

«Me gusta Carver, por supuesto, y Chéjov, y Natalia Ginzburg, y Duras, y Djuna Barnes, y Dorothy Parker, y Katherine Mansfield...», reconoce la escritora, quien manifiesta también su deuda con tres pioneras de las letras españolas: Ana María Matute, Carmen Martín Gaite y Josefina Aldecoa. «Ellas nos abrieron el camino y hoy ya es hora de superar el debate en torno a si existe o no una literatura propiamente femenina. La literatura no tiene género».

Domingo 13 de abril de 2008

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