RETRATO DE FAMILIA
No he leído los libros de cuentos de Cristina Grande, La novia parapente y Dirección noche, por lo que me enfrento con Naturaleza infiel al primer libro de ella que llega a mis manos. No decepciona: Hacía tiempo que no me regocijaba tanto con una historia de familia tan bien contada y que fuera capaz de remontar, de transfigurar los recuerdos dotándolos de entidad literaria.
Reconozco que las evocaciones familiares son una constante en cierta narrativa actual y que los casos en que la cosa no transciende son muchos, quizá demasiados, y sé de la virtud salutífera que contiene para muchos lectores, no hay más que fijarse en el éxito de público de las novelas de Almudena Grandes y sus consabidos contrastes en la lucha sorda entre hermanas dotadas de atributos contradictorios, una hermosa y delgada, la otra gorda y no tan guapa?, incluso de su probada catarsis, al fin y al cabo todos pertenecemos, de un modo u otro, a una familia, pero la sorpresa con esta novela me vino porque me asaltaron nada más comenzar a leerla paralelismos con lecturas muy gratas que había tenido con novelas de otras escritoras muchos años atrás.
Ventanas abiertas. Hubo momentos en que me recordó a Elsa Morante, desde luego a Natalia Ginzburg, claro, a su Léxico familiar, título que le vendría que ni pintado a esta novela, pero también a escritoras más recónditas, como Ana María Ortese. Bueno, también Raymond Carver, pero esa gran influencia parece inevitable en la generación a la que pertenece Cristina Grande. Me doy cuenta, además, de que esas correspondencias tienen a escritoras italianas casi como exclusiva, pero la atmósfera que desprende Naturaleza infiel es similar a la que me despertaron en su día la lectura de ciertas obras de estas escritoras.
Tiene gracia, por otra parte, que ninguna de ellas haya incurrido en sus libros en el costumbrismo que asociamos de antemano a la narrativa italiana de posguerra. En esta novela de Cristina Grande hay que decir que el género está también ausente sin que, por otro lado, renuncie a ser un espejo en que muchos reconocerán rasgos de cierta España de los últimos veinte años. Sin embargo cabría decir que el costumbrismo no está muy arraigado en estas crónicas de familia que se hacen en nuestra narrativa, el ejemplo de Sur y Bene fue determinante para esta feliz consecución aunque no una serie de obligadas incursiones en un lirismo a veces un tanto exasperante y obligado, algo que, gozoso hallazgo, tampoco se encuentra en esta novela.
Quizá sea esto lo primero que me ha llamado la atención, esa desafección a estilos ya contagiados. Luego, la intensa calidad de su prosa, una prosa despojada, muy precisa, que tiende al rasgo expresionista y no se deja seducir por falsas complacencias. Quizá su incursión en el cuento le haya ayudado a ello pero lo cierto es que esta novela está dividida en capítulos que semejan cuadritos, ventanas abiertas a una memoria que no se quiere lineal y que, aunque entrelazadas, pueden leerse como historias que parecen tener la voluntad de empezar y acabar en ellas mismas. No hay, por tanto, una secuencia temporal en el libro, aunque abarque años muy precisos, sino que el desarrollo se acomete a saltos.
Musicalidad. Desde su primer capítulo, «Sin daños aparentes», donde se nos cuenta casi todo lo que se va a desvelar luego, por lo menos en apariencia, y es magnífico en su concisión y en el especial sentido del humor que revela, hasta «Hilo de seda», con su dramático final, el tono de la narración se despliega como una suerte de bajo continuo .
He leído que Cristina Grande se educó de niña en la música. Quizá haya alguna reminiscencia en la estructura de la novela, amén de los consabidos guiños burlescos de que hace gala en toda la narración, en la segunda línea del libro hay una alusión a la cantante Renata Tebaldi, también a Renato Carosone, pero creo que la musicalidad de la misma estriba en la propia atribuida al ritmo del lenguaje. Este es su mayor logro, aparte de otros más obvios, por ejemplo, el rápido despliegue que hace de detalles que parecen de atrezzo cuando en realidad son esenciales, como alusiones a películas, a marcas de electrodomésticos, al mundo de la fotografía?, en fin, un abanico de objetos que semeja no tener fin y que delimita en realidad una vida, la define. Hacer de esos objetos pura carnalidad y que Renata viva a través de ellos, parezca respirar con ellos, es uno de los atributos grandes de esta novela y dice mucho de su excelencia. En realidad todo.
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