Ismael Grasa sobre Cristina Grande en el Heraldo, edición de Huesca


FIELES PESE A TODO

Esta semana se presenta el último libro de Cristina Grande, “Naturaleza infiel” (RBA). Cristina Grande comenzó publicando artículos en prensa y era conocida como fotógrafa: suyas son las fotografías de las solapas o de acompañamiento de muchos libros de autores aragoneses, como Ignacio Martínez de Pisón, Félix Romeo, Eva Puyó, Miguel Mena o Javier Tomeo; luego dio a conocer en fotografía y vídeo algunos asuntos suyos, más propios y familiares, con participación en algunas exposiciones colectivas. Hasta que en 2002 publicó su colección de relatos “La novia parapente”, un libro que desde entonces ha sido reeditado en varias ocasiones, las últimas en Xordica. En esos relatos se reveló una voz de narradora inconfundible, una mezcla de crudeza sentimental y lirismo de lo cotidiano, todo con un lenguaje sencillo y un mundo muy identificable. Cuatro años después publicó “Dirección noche” (Xordica), donde continuaba en su línea a la vez que aportaba nuevos asuntos a sus pequeñas ficciones, como es la presencia en ellos de la figura de la madre, un personaje que, en cierto modo, será el protagonista de “Naturaleza infiel”. Durante este tiempo Grande ha alternado la escritura de relatos con la de artículos en este mismo periódico, donde me alegro de ser su compañero. El tono habitual de sus artículos, en el que es común que nos hable de su abuela de Lanaja, ya difunta, o de su primo Alfredo, no es muy diferente del de sus ficciones: un contar la vida a pie de calle, donde se juntan las amapolas estacionales con los bikinis comprados por catálogo, los cumpleaños de los seres queridos con las alergias, siempre con un fondo de emoción, de íntima rebeldía y cierto afán por la elegancia –en su sentido más amplio–, hasta el punto de que se puede decir que Grande ha hecho el papel de mujer dandy de nuestras letras.

          “Naturaleza infiel” es una novela tejida con pequeños capítulos, muy a la manera de miniaturista en el que esta escritora viene desenvolviéndose. Es una novela que leí ayer y que me ha gustado mucho: mantiene el tono brillante de sus relatos, a menudo de un brillo muy negro, de botín muy cepillado, dando lugar a una historia que los unifica y, de alguna manera, los clausura. Si todo escritor necesita ir dejando atrás algo para seguir viviendo-escribiendo, esta novela de Grande parece cumplir esa función, la de dar sentido a una multiplicidad de figuras e historias que iban rondando en torno a su escritura, y a los episodios que han rodeado la vida de la autora en los últimos años. La lectura del libro, su interés, se sostiene en el punto de vista de la autora, en su capacidad de mezclar en un párrafo la tragedia con el humor, el descaro con la ternura: el detalle de una mirada de cortejo amoroso en medio de un cortejo fúnebre, o la observación de que su madre no se ha pintado los labios cuando ha salido hacia el hospital después de una noticia terrible. “Naturaleza infiel” se va haciendo grande a fuerza de asuntos pequeños, como es la crónica de la primera regla de la protagonista, o el cómo cambian las cosas en un hogar con la compra de un lavavajillas. Leyendo “Naturaleza infiel” tengo la sensación de no haber leído antes estas historias, o al menos de esta manera, y de que lo que se cuenta procede del pozo de la realidad.

         “Naturaleza infiel” trata, a través de la vida de dos hermanas y su familia, del hecho de sobrevivir, incluso en un sentido literal. Una de las hermanas sigue la vía del sexo y otra la de la heroína, cada una con sus peligros, en un retrato que se vuelve también una elegía generacional. Pese al título, en el libro hay más valentía que infidelidad, y más urbanidad que naturaleza.

Heraldo de Aragón, Huesca, 25.3.08

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